Homicida vespertina trae tu aquí a mi ahora, sin temores.
No nos horroricemos, pero hay serpientes en mis pies, veneno gelatina que bebo,
modestamente gigante, sonrisa que intimida y ojos enarbolados.
Clamor! vuelvo a sumergirme, profundo hueco,
el conejo no está y ya él, tampoco.
sábado, 7 de agosto de 2010
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